¡qué corso!

Frontera con Argentina y con una sociedad conformada mayormente por japoneses, alemanes, ucranianos, turcos, polacos, mesiteros, masones, opus dei, y ahora también, indemnizados y relocalizados de Yacyretá, Encarnación es una ciudad que, desafiando la lógica, ha cobrado notoriedad por sus carnavales estilo Río de Janeiro Brasil, pero una onda más arroyito de fevereiro.

Como es una tradición sin pies ni cabeza, sagazmente y a falta de lo anterior, han ido incorporando cada vez más tetas y culos adornados de plumas, que por supuesto, acarrean en enormes carrozas tiradas por un tractor.

Es lindo ver cómo la gente se une en un acontecimiento tan alegre y festivo. De un lado el palco de los masones sambando alguna danza ritual, del otro, más recatados, el palco del Opus Dei coreando la tradicional: “María Zapatao, de día e Maria de noite e Joao”. Muy cerca, las autoridades de Yacyretá y los relocalizados distribuidos no tan contentos en las graderías, intentan colarse a otros palcos.

Pasar frente al jurado, implica triplicar la energía y moverse a una magnitud épica, según informes de la masonería encarnacena, sería 10+ en la escala de Richter.

Al mismo tiempo, deben aplaudir con otras partes del cuerpo que no sean las manos, agitar el espaldar y hacer equilibrismo sobre tacos aguja sin perder la autoestima, mientras el jurado evalúa, solemne, como si estuviesen en una audición del Colón de Buenos Aires.

Mientras las vacunas agitan sus plásticas ubres al son de la maraca, emocionadas madres agitan pañuelos y saludan a los gritos a sus plumíferas crías que compiten por acaparar la atención de vacunos que braman, y como no podía ser de otra manera, este bloque está auspiciado por esa cerveza cuyo nombre es sinónimo de mugir.

Un canal nacional se encarga de la cobertura completa de estos corsos para toda la familia, con planos americanos y close up de esas partes de la anatomía femenina, cuya exaltación extrema de los vacunos al verlas, hace pensar que no acceden a ellas con demasiada frecuencia.

Para el público femenino que también asiste, ofrecen a su máxima figura, el Rey Fofo que, a falta de otras cualidades despliega carisma.

Toda una tradición este carnaval caliente que incinera el espíritu. Hemos visto a infaltables figuras destacadas de siempre, que siguen hasta hoy bailando con un poco menos de energía tal vez, pero que han pasado exitosamente con los años, de prótesis mamarias a prótesis dentales.

Tan tradicional es Encarnación, que jamás ha cambiado el repertorio musical. Desde la primera vez que asistí al corso, cuando tenía apenas siete años, hasta ahora que tengo casi treinta más, siguen sonando las mismas sambas que en Brasil, por añejas, ya fueron categorizadas como música sertaneja.

Asunción también se hace presente en los corsos no tan encarnacenos, y aprovechando la generosidad de la organización, se adueña del carnaval, y logra, con estrategia evidente, que el logo de su bebida vacuna sea más visible que cualquier comparsa.

Conocidas y mononeuronales modelos asisten desde la capital a mostrar su poca destreza en la samba, agitan los brazos de manera descoordinada, y por momentos pareciera que el resto del cuerpo ignora que están en un “sambódromo” y no en una pasarela.

Así, cada febrero es una fiesta para Encarnación, anteriormente conocida como La Perla del Sur, que luego del arribo de Yacyretá y de mi mudanza a la capital, se ha convertido en La Perra del Sur.